Una de las grandes asignaturas pendientes
de la ingeniería hasta hace algunos años en este país y en muchos otros, fue la
de la integración de las infraestructuras en el medio en el que se alojan, así
como el cuidado expreso de dicho medio durante el proceso constructivo. Aunque
una obra puede ser poco destructiva con la naturaleza a su alrededor, otra cosa
muy distinta son las actividades desarrolladas para construirla. Estas
actividades suelen ser muy contaminantes y generan una gran alteración del
terreno a causa de movimientos de tierras, el acopio de materiales, la
generación de residuos, etc. En estos últimos años la conciencia medioambiental
de la sociedad ha ido creciendo de forma progresiva y por lo tanto también la
conciencia del mundo ingenieril. Esto se ha reflejado en multitud de leyes y
normas que se han ido creando y aplicando últimamente.
En cuanto a esto, uno de los entornos más
sensibles a las obras de ingeniería que se desarrollan junto a ellos son los
cauces de ríos o arroyos. Como todo aquello que ocurre en una obra, la
integración medioambiental es solo cuestión de una correcta planificación
(durante el periodo de diseño) y organización (durante el proceso
constructivo). Por esta razón la mayor parte de las medidas a tomar para evitar
la degradación del medio son preventivas y la mayoría de ellas aparecerán en el
pliego del proyecto.
Ejemplos de este tipo de medidas son:
Un adecuado control del movimiento de
tierras. La ley obliga a verter o a hacer acopio de tierras como mínimo a una
determinada distancia del DPH.
Evitar pilas (cuando la obra es
un puente) en el lecho del cauce o junto a él siempre que sea posible. Esto
debe tenerse en cuenta en la elección de la tipología del viaducto.
Que cada cauce afectado tenga
su propio drenaje transversal para evitar modificar demasiado el régimen de
estos.
Algunas medidas requieren, además de
planificación y sentido común (para ser conscientes de que hay que hacerlas),
de unas actuaciones previas o incluso de sus propias obras. Dos ejemplos son:
Barreras de retención de sedimentos.
Evitan la acumulación de sedimentos que puedan modificar el régimen hidráulico
posteriormente a la finalización de la obra. Al haber eliminado la vegetación
del entorno del cauce se favorece que el agua pueda arrastrar tierra hacia el
susodicho arroyo.
Balsas de decantación. Sirven para
recoger los sólidos en suspensión que lleve el agua corriente y que de otra
forma se extenderían aguas abajo.
Estos elementos pueden ser provisionales
(solo sirven durante el proceso constructivo) o permanentes (cumplirán su
función durante toda la vida útil de la obra). Si no se mantienen
adecuadamente, estos elementos no cumplirán debidamente su función. Algo que
ocurre, por otro lado, muy a menudo.
Tras terminar la obra se realizaran medidas
restauradoras para dejar la zona tal y como estaba antes, o bien para ayudar a
que el medio se regenere por sí solo. Por ejemplo la restauración de la
vegetación de ribera para no modificar el régimen hidráulico.
Por supuesto también se debe prever que
algo salga mal, por lo que deberán fijar protocolos de emergencias para casos
específicos, como por ejemplo un vertido de residuos puntual por algún fallo
humano o técnico.
Todo esto, evidentemente, tiene más
ciencia de la que he expuesto aquí, pero a grandes rasgos esto es lo que
siempre debe hacerse o tener en cuenta en todo proyecto que afecte a un medio
natural (en este caso, en aquel que haya un arroyo o cauce) y que por desgracia
no siempre es así.
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